Llevo años practicando para deciros esto.
Años pensando cómo hacerlo sin usar una palabra de más
pero tampoco una de menos.
Llevo años practicando para encontrar el texto perfecto.
Escribiendo en este mismo documento,
buceando entre pensamientos
que se convirtieran en razonamientos
que se convirtieran a su vez en líneas para formar un texto
que luego por la magia del sonido llegaran hasta vuestro cerebro.
Y entonces ahí, donde se alojan los mejores y los peores recuerdos,
ahí donde las ideas se convierte en acciones o caen en saco muerto
ahí, esas mismas palabras se convirtieran en eco.
Y es que ¿sabéis que?
Llevo años buscando lo que nos mueve hacia el siguiente reto.
Lo que hace que muchos, los que menos, empujemos como nunca aunque el resultado sea incierto.
Lo que hace que saquemos fuerzas de donde antes no había tiempo.
Que encontremos soluciones donde antes solo había fuego.
Que veamos oportunidades donde otros ven miedos.
Que cada día, de verdad, nos levantemos.
El problema está en que no tengo respuesta que ofreceros.
No sé qué es lo que me mueve hacia adelante.
No sé qué es lo que me ayuda a ser constante.
Solo se que es una llama que me arde por dentro
que un día se encendió y ya no hay quien la apague.
Que no hay tentación suficiente,
ni pereza
ni excusa
ni billetera que la achante.
Llevo años practicando para deciros esto.
Años pensando cómo hacerlo sin usar una palabra de más
pero tampoco una de menos
y como no consigo hacerlo os dejo con el más temido, infravalorado y sabio de nuestros aliados:
el silencio.